La historia de Rommel

Ésta es la historia de porque pusimos este nombre al escape room y porque aparece con una oreja caída.

Allá por el año 2014 un cazador (con el cual tengo amistad) me preguntó si podía criar a biberón a una pareja de hermanos zorros que había encontrado en una tubería en el campo. Compartían madriguera 6 hermanos de los cuales 1 ya estaba muerto por desnutrición (al parecer alguien habría matado a la madre) y todos iban a correr la misma suerte. Le dije que sí que intentaría criar a esos dos. Le dio a otro amigo los otros 3 para que hiciera lo mismo. Aquellos tres murieron al poco tiempo. Yo tenía un macho y una hembra aún con los ojos cerrados y, aunque lo intenté por todos los medios, ni los veterinarios pudieron hacer nada con la infección que había cogido la pequeña. Murió sin ni siquiera haber conocido nada de este mundo. Al macho lo cuidé y alimenté ya más con el corazón que con alimentos, era ya una obligación moral el sacarlo adelante. Unas semanas después y cuando ya tenía claro que iba a sobrevivir lo pusimos en compañía de una perrita ratonera qué tengo llamada Dora y que poco después se quedó mi ex-pareja. Creció como si fuera su madre.

Fue ahí cuando indagué en algún zorro famoso y decidí ponerle Rommel, en mención al mayor estratega militar de la Segunda Guerra Mundial, el alemán Erwin Rommel, apodado por los ingleses "el zorro del desierto" por su astucia en el campo de batalla.

Cuando Rommel tenía aproximadamente un año, me encontré con un podenco que estaba abandonado en el parking de un supermercado , sin chip y lleno de garrapatas. Le dimos de comer y se nos subió al coche. Lo llevamos a casa y empezamos a poner carteles para ver si aparecía el dueño y no apareció, entonces decidimos presentarle a Rommel, y le pusimos nombre: Manchi. Tenía clarísimo al 1000 por 1000 que iban a ser grandes amigos. No me equivocaba al pensar esto. Desde el minuto uno que se vieron, a través de tres dedos de abertura por la puerta, esa curiosidad que tuvieron el uno con el otro les convirtiría en hermanos. Jugaban día y noche las 24 horas del día. Por aquel entonces sacaba a los tres a pasear por el campo, Dora, Manchi y Rommel, y puedo decir que eran unos de los momentos más felices de mi vida. Yo en mi mente ya estaba empezando a pensar en buscar algún sitio donde poder soltarlo y que viviera en libertad ya que aquí es especie cinegética y en cualquier momento podría ser tiroteado por un cazador. No podía soltarlo de la correa pues su intención era escaparse y no quería ni pensar si se me escapaba y se lo encontrara algún cazador de frente. Fue entonces cuando me di cuenta que necesitaba ayuda. Yo no podía darle la vida que se merecía. Podía darle mi cariño y el de sus dos compañeros en el hogar pero nada parecido a una vida en libertad. Decenas de correos electrónicos por toda España a concejales, protectoras, santuarios, seprona, reservas, partidos políticos y un largo etcétera dan fé de ello. Nadie podía garantizarme nada en este aspecto. Se me partía el corazón cada vez que lo cogía en brazos y pensaba en lo feliz que podía ser campando a sus anchas por la montaña, conociendo a más de su especie, y creando una familia de congéneres.

Un día cuando estaba suelto por el corral me di cuenta que tumbaba la cabeza hacia un lado, de inmediato llamé al veterinario (Santi, un gran profesional y mejor persona acompañado en su clínica veterinaria por maravillosas auxiliares) y me dijo que lo cogiera y fuéramos a visitarle. Como era de noche, preparé la visita para el día siguiente.

Cuando desperté Rommel tenía la oreja llena de sangre, se le había producido un otohematoma. Había que operarle.

Le hicieron un corte en la oreja para vaciar la sangre, y al ser un animal de instinto salvaje y nunca estar quieto en el postoperatorio, la oreja se le quedó de esta forma tan característica y tan graciosa.

Mientras tanto yo seguía buscando algún lugar donde poder soltarlo. Nunca tiré la toalla. Al final, un día por Facebook, vi los comentarios de una mujer, Marga, que se encarga junto a más voluntarios de una protectora de un pueblo cercano, llamada "El refugio de Tula" y por su actitud y la fortaleza en lo que escribía tenía claro que era la persona idónea para ayudarme. Acerté de pleno. Me puse en contacto con ella y enseguida movió hilos para que me prestaran ayuda, y de entre las tres o cuatro personas seleccionadas para darle destino a Rommel, al final elegí una que era la que más se acercaba a lo que yo quería para él.

Fue Noe, la fundadora de la asociación Animals feel, la que me prometió que iba a poner todo su empeño en darle a nuestro zorrito la vida que por naturaleza se merecía.

Después de algunas semanas de búsqueda, por fin encontró el paraíso para Rommel. Una eco reserva situada en Ojén, un pueblo a 10 km de Marbella. Antonio, un hombre muy amable y educado, y qué es el que ha creado, de lo que era un coto de caza, la reserva más próspera de la zona, me transmitió tanta confianza que decidí que esa era la mejor opción. No había vuelta atrás. Casi sin tiempo para reaccionar, pasaron los apenas 20 días de gestiones, y ya nos teníamos que ir a la eco reserva. Por última vez junté a los tres "hermanos" durante unas horas para su despedida. Llegado este punto nos preparamos para un viaje express y nos fuimos Rommel, mi pareja (Minerva, que no dudó un instante en venir dónde hiciera falta) y yo a Alicante a recoger a Noe y a su compañera Elisa (a la cual le estoy también muy agradecido). Tuvimos que parar algunas veces por el camino, es por eso que realizamos más de 10 horas de trayecto.

Cuando llegamos Antonio nos estaba esperando. Muy amablemente charlamos largo y tendido y como ya era de noche fuimos a dormir, y al día siguiente nos presentamos en la eco-reserva. Tenían preparado un recinto de cuarentena que entre los voluntarios (de los que tampoco me olvido) y el mismo Antonio habían construido. Allí soltamos a Rommel que pudo, por fin, después de unos 5 años paseando con la correa, correr sin ataduras en un recinto de unos 400 metros cuadrados con árboles y vegetación salvaje. De escaparse de su recinto de cuarentena, le esperaba su destino final, 82 hectáreas (820.000 m2) valladas de alcornoques, encinas, algarrobos y vegetación salvaje para su disfrute con también ciervos, algún que otro zorro, muflones, erizos, cabras, corzos, roedores,.. y gran cantidad de reptiles y aves. Ese mismo día a eso de las 15 horas me despedí de mi pequeño Rommel asegurándole que antes de 10 días volvería con su hermano Manchi a visitarle. Fue muy duro. Era una mezcla de egoísta tristeza y alegría opuesta.

Preparamos el viaje para el siguiente fin de semana después de haber ido, pero justamente el día antes de partir, el muy astuto, escapó de su recinto de cuarentena. Nada me iba a impedir coger a su hermano y llevármelo hasta la reserva. Y así lo hicimos, fue imposible durante cuatro o cinco días de búsqueda y paseos por el grandioso recinto el poder verlo. Nos tuvimos que ir sin saber nada de él. Esa semana conocimos a un gran amante del mundo de los zorros, un chico llamado Alfredo, que se portó muy bien con nosotros. Menos de una semana después de haber regresado a casa, nos mandaba unos vídeos grabados por cámaras trampa apareciendo Rommel con su característica orejita caída en primer plano. Creo que nunca en mi vida he sentido tanta alegría. Ahora continuamente estoy en contacto con Antonio y Alfredo quienes me van facilitando información sobre él y sus travesuras. De vez en cuando aparece por las cámaras y desaparece como si de un actor de cine se tratara.

Desde entonces soy medio andaluz ya que la mitad de mi corazón se ha quedado en tierras del sur.

Por ese entonces ya tenía en mi mente el proyecto de montar un escape room y juré que si lo podía sacar adelante iba a poner el nombre del animal más fantástico que nunca he tenido en mis brazos.

Ésta es la historia de porque pusimos este nombre al escape room y del por que aparece con una oreja caída.